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MUCHAS FELICIDADES A TODOS AQUELLOS QUE TIENEN FÈ EN LA DEMOCRACIA Y LA DESARROLLAN .
LA UASD Y EL LITERARIO CESAR VALLEJO
EL TALLER LITERARIO “CÉSAR VALLEJO” Y LA GENERACIÓN DE ESCRITORES DEL 80 EN LA LITERATURA DOMINICANA CONTEMPORÁNEA (Bitácora para su Historia y su Estudio) Por Dr. Julio Cuevas Fundador del Taller Literario “César Vallejo”-UASD- y Miembro de la Generación de Escritores del 80. Diez (10) años después de la “Guerra de abril de 1965”, y del surgimiento de la denominada “Joven Poesía Dominicana” (Poetas de Postguerra), se celebró en nuestro país el “Foro Internacional de la Joven Poesía”. Fueron momentos de profundas motivaciones y añoranzas para nosotr@s, l@s entonces poetas bisoños, creador@s de difus@s universos de utopías. Un año después del “Foro Internacional de la Joven Poesía” (1976), junto al hoy publicista y poeta Aquiles Julián, formamos el Núcleo de Escritores Jóvenes “Jacques Viau Renaud”. En el “Jacques Viau Renaud”estaban integrados también los poetas Juan Byron, Ángel Cruz Dilonè, Federico Sánchez, Ramón Enrique Tejada Rosa y Ángel Gonzaga, entre otros. Poco tiempo después, salió publicado “El Primer Manifiesto” del “Jacques Viau”, en el que se planteaba: “la literatura dominicana actual se encuentra sumergida en una crisis de tremenda importancia para su futuro, fruto del anquilosamiento total a que está sometida nuestra cultura y nuestra sociedad por los que hoy detentan el poder. Nosotros, como jóvenes escritores progresistas, nos constituimos en activos representantes de una literatura que defiende los intereses del pueblo. Somos y seremos militantes. Rechazamos el arte alienante que tienda a confundir y dosificar la conciencia de las grandes mayorías necesitadas” -1. Como se puede advertir, teníamos el discurso con olor a pólvora de la llamada “Joven Poesía”. En ese discurso se advierte el activismo que circundaba a l@s poetas de postguerra, la cual estaba compelida a los embates de una situación sociopolítica que, de una forma u otra, sellaba el cotidiano accionar del quehacer poético de un@s escritores que prefirieron levantar los sonidos del tambor de gesta y el olor de la pólvora, en desmedro de la imagen resplandeciente de la lengua, sus metáforas y sus enigmas. Es preciso aclarar aquí que se trataba del final de la histórica época de los “Doce (12) Años”, conceptualización que, de por sí, tiene su estigma político-partidista, lo que se traduce en reducción y estancamiento del discurso poético y de la producción estética. _______________________________________________ 1-Boletín “Vuelta a la Tuelka No. 1, año 1.Santo Domingo, R.D.- El “Jacques Viau Renaud”, desde su aparición (1976), presentó una posición de criticidad y de cuestionamiento a los discursos poéticos alejados de sus cotidianidades vivenciales. Los trabajos literarios de algunos de los fundadores del “Jacques Viau”, aparecieron por primera vez en el suplemento cultural “Palotes” de la revista ¡Ahora! Del 26-12-1977, bajo la dirección del fenecido poeta Enriquillo Sánchez. El boletín “Vuelta a la Tuelka” (del cual guardo los primeros tres (3) números), se constituyó en el medio de difusión del Núcleo (salía quincenal). Allí aparecían los trabajos de sus integrantes, de ahí que Federico Sánchez, Roberto Rímoli, Héctor Jerez, Fernando Reces, Carlos Sánchez, y Tomás Castro, entre otros, publicaban sus trabajos y establecían discusiones al momento de recopilar y publicar el material. Eran momentos en que transitábamos los caminos de “Los Heraldos Negros”, y añorábamos estar apegados siempre a “Trilce”, del peruano César Vallejo. Lecturas obligadas fueron los textos de Pablo Neruda, Jorge Luís Borge, Octavio Paz, Roque Dalton y la antipoesía de Nicanor Parra. Recuerdo que iniciamos reuniéndonos sobre las gramas del terreno que le servía de patio al entonces “Cine Universitario” de la UASD, anexo a la Facultad de Ingeniería y Arquitectura, frente a Humanidades. Otro grupo cultural desarrollaba sus actividades en la UASD, se trata del otrora Movimiento Cultural Universitario, en esa ocasión dirigido por un joven muy activo, conocido con el nombre de Tony Camacho. Tres (3) años después de la fundación de “Jacques Viau Renaud” (1979), en los albores del triunfo de la Revolución Sandinista, y a veinte (20) años del triunfo de la Revolución Cubana (1959), el amigo poeta Mateo Morrison, quien en esos momento trabajaba como asistente del entonces Director de Departamento de Difusión Artística y Cultural de la UASD, el desaparecido Narciso González (Narcisazo), nos informó que estaba por crear un taller literario en la Dirección de Cultura de la UASD, como existía en Cuba y en Nicaragua, por lo que nos invito a que asistiéramos a una reunión que para tales efectos estaba convocando. Fueron a esa reunión Tomás Castro, Juan Byron, Julio Cuevas, Mayra Alemán, Dionisio De Jesús y Rafael García Romero. Es preciso aclarar que Tomàs Castro, Juan Manuel Sepúlveda, Miguel Antonio Jiménez y Rafael García Romero, venían del MCU. Es así como los integrantes del “Jacques Viau” y del “MCU”, pasan a integrar el “Taller Literario César Vallejo”, el cual fue inicialmente coordinado por el poeta Juan Byron, teniendo como Secretario de Prensa y Propaganda al autor de este trabajo (Julio Cuevas). Es así como arranca la cimiente de la hoy llamada “Generación de Escritores del 80”. En una segunda jornada se integran José Mármol; Mirian Ventura; César Zapata; Carmen Sánchez; Ylonka Nacidit Perdomo; Marcial Mota y Dulce Ureña; entre otr@s. Luego, el amigo poeta y publicista, Adrián Javier; la poeta Claribel Díaz; Sarah Merán; Basilio Belliard; Jorge Piña; Leopoldo Minaya y Nan Chevalier, entre otr@s, entraron a formar parte del “César Vallejo”, aportando al taller y a la literatura dominicana. A la fecha, el Taller Literario “César Vallejo” de la UASD, se ha convertido en una inagotable cantera de innovador@s escritor@s, artistas de la palabra, que representan hoy en día, de manera irrefutable, a la GENERACION DE ESCRITORES DEL 80. Recuerdo muy bien que la primera reunión se realizó el 13 de enero del 1979. Desde ese ese entonces, recorrimos todo el país, ofreciendo recitales, conferencias, organizando talleres literarios en los clubes y en las escuelas y liceos., acompañados de nuestros asesores. Entre nuestros primeros asesores estaban, Antonio Lockward Artiles, los inolvidables Víctor Villegas, Abel Fernández Mejìa y Abelardo Vicioso y Pedro Mir, entre otros. Debo destacar nuestra intimidad con los integrantes de la Generación del 48, sobre todo con Abel Fernández Mejìa y Víctor Villegas. Es oportuno aclarar que la Generación de Escritores del 80, no solo está representada en esa primera etapa por los integrantes del “César Vallejo”, sino que también esa Generación es integrada por los escritores Dionisio Cabral, en Santiago de los Caballeros y Julio Adames, en Constanza y el filósofo de la imagen, Víctor Bidò, aquí en la capital. Autores como Manuel García Cartagena, Oquendo Medina, Irene de los Santos, entran a formar parte de esa Generación de Escritores del 80 en nuestro país. Sus obras y su quehacer artístico-literario reafirman la existencia de esa Generación, la cual, sin negar a las generaciones de escritores anteriores, se ha desarrollado, asimilando de ellas sus experiencias poéticas y reconociendo la asimilación de algunos de sus principios, sin que esto nos aleje de la búsqueda de nuestro propio discurso. Como es natural, no tod@s han quedado con vigencia dentro del vertiginoso y movedizo terreno de la creatividad literaria nacional. Un@s han sucumbido por inactividad, otr@s por pereza y otr@s hemos quedado fascinados entre las redes envolventes de la lengua, el logos y la imaginación. Hemos proyectado la búsqueda de nuevos enfoques y tratamientos temático-formales dentro del discurso poético, dentro de la diversidad de estilos, lo cual hace de nuestra producción literaria una amplia amalgama de concepciones poéticas que nos lleva a lo distintivo, a las particularidades de cada un@, fijando en el lomo del tiempo nuestras poéticas identitarias, nuestras marcas simbólicas y estilísticas, para hacer de cada uno el YO de la errancia, dentro del entorno histórico-social que nos otorga sentido generacional, como lo es la temporalidad vivencial, la convivencia escriptural, el asumir una simbología poética de grupo, la demarcación de una praxis literaria con sentido de equipo, la conceptualización de un quehacer común en torno a la lengua, y sobre todo, el apego a una poética y a un quehacer creativo de equipo, dentro de la diversidad. Hago este planteamiento, bajo el entendido de que, cualquier cuestionamiento a nuestro concepto de generación, no puede, ni debe apegarse a los principios ya fijados por Ortega y Gasset, ni por Julián María, sino que debe partir de nuestras particularidades como grupo y de las simbologías estéticas que nos identifican, como escritores . Otra de las características que nos da sentido generacional es la conceptualización grupal que hicimos y hacemos de la cultura-movimiento, del poema-pensamiento, del filosofar de los sentidos y el asumir una hermenéutica de la imagen metafórica. Todo esto es resultado de lecturas y asimilaciones comunes que hicimos de autores como Vallejo, Vicente Huidobro, Borges, Antonio Machado, Lorca, Miguel Hernández, León Felipe, Franklin Mieses Burgos, Víctor Villegas, Vicente Aleixandre, Nietzsche y Roberto Juarro, entre otros. Teníamos un espacio abierto para nuestras publicaciones, se trataba del periódico “La Noticia”, donde Mateo Morrison dirigía el Suplemento Literario “Aquí”, aunque teníamos también el boletín mensual del Taller Literario. Nuestra discursividad poética giraba y gira entre los linderos de la filosofía y los laberintos de la lingüística. No olvidemos que la mayoría de los escritores de la Generación del 80, trajinaban y aún seguimos trajinando por las aulas universitarias, específicamente en la UASD, donde estudiábamos Filosofía, Letras, Publicidad o Psicología, entre otras carreras. Se trata de la generación de l@s académic@s que asumen su quehacer poético con plena conciencia de los vericuetos sintagmáticos de la lengua y sus posibles e incontables rejuegos. Motivado y orientado por los fundadores del “César Vallejo”, surgieron algunos círculos literarios como el Círculo Literario “Domingo Moreno Jiménez”, en Los Mina; el Círculo Literario Higueyano “José A, Santana”, con su boletín “Colibrí”. Al Taller “Domingo Moreno Jiménez” pertenecían los poetas Medar Serrata y Evans Lewis, entre otros. Al “José A. Santana” de Higuey, pertenecían José A. Santana; Ernesto Rivera; Miguel A. Fornerín e Isaél Pérez, entre otros. Como parte de los frutos de los fundadores del “César Vallejo”, se formó, además, el “Círculo Literario Romanense”, con su revista titulada “Vagón”, el que, junto al círculo Literario “Luciérnaga” (en La Romana), dio lugar a la formación del grupo de escritores “Los Hijos del Diablo”. En ese entonces, apareció en la capital de la República, la formación del Círculo Literario “Paco Urondo”, con su lema “Por la Literatura y el Combate”. Poco tiempo después se formó, también en la capital, el grupo denominado “Poetas de la Crisis”, con el amigo Miguel D´ Mena a la cabeza, quien en el 1983 publicó su obra “Armario Urbano”. Este último grupo fue seguido por el grupo de poetas conocido con el nombre de “…Y Punto”, formado en el 1984 e integrado por René Rodríguez Soriano, Juan Freddy Armando, Raúl Bartolomé, Aquiles Julián, Tomás Castro y José Galván, entre otr@s. La mayoría de los integrantes de este grupo literario corresponden a la Generación de Escritores del 70, salvo algunos, como Tomás Castro, José Galván y Amable López, quienes corresponden a la Generación del 80. Tenían una revista con el mismo nombre “…Y Punto”. He hecho esta relación de nuevos talleres y grupos literarios, para demostrar que desde el Taller Literario “César Vallejo” y la Generación de Escritores del 80, no solo han surgido nuevos paradigmas para la literatura dominicana contemporánea, sino que, nuestra Generación de Escritores del 80 impulso la búsqueda de nuevos enfoques en la criticidad del texto literario y de nuevos estudios en el universo inagotable del discurso poético. Somos los escritores y poetas de la Crisis, porque asumimos nuestro tiempo, nuestro hoy, aquí y ahora, con sus desquites, sus amores y desamores y rupturas. Si por algo nos van a asumir las tuertas y cimarronas lupas de los sabihondos, críticos literarios y jueces de la palabra, es por el signo de la ruptura, por nuestra ruptura con el discurso lineal y verticalizado de una herencia tradicional, la cual no aborrecemos, sino que la asimilamos, aunque sigamos sumergid@s en la ausencia de un racional oficio de la crítica en la literatura dominicana contemporánea, desde el cual se analice con pertinencia nuestras producciones estético-literarias. La heterogeneidad nos ha permitido asumir la libertad individual de crecer en la palabra, porque vimos y vemos a La Poesía como un hecho de lengua. Asumimos el símbolo y el signo como representación abierta que instaura el poder de los sentidos de la enunciación del sujeto (poeta). Es por eso que no me asombra que todavía estemos encrespad@s y beligerantes ante el presente, enfrentando y enfrentándonos, porque desde el inicio crecimos rompiendo paradigmas alrededor de la metáfora y hemos hecho del ritmo parte de nuestro Ser y nuestro logos identitario. Estamos en nuestra mejor etapa de producción y procuramos asimilar y asimilarnos en este nuevo mundo plural, cibernético y global, para que sea incompleto, hueco y vacío, cualquier estudio de la literatura dominicana contemporánea, desprovisto de nuestras obras y nuestro aliento. Alzamos nuestra voz para que pandilleros, semidioses y tablajeros de la lengua, ¡ya más!, no pretendan seguir acomodándose antologías, “estudios Críticos” y autocitándose, bajo el signo perverso de la exclusión. Santo Domingo, República Dominicana 2 de mayo del 2009.-
por Julio Cuevas — Última modificación 02-05-2009 22:54
HISTORIA DEL HINNO NACIONAL DOMINICANO
Escudo de la República Dominicana
Himno Nacional de la República Dominicana
El Himno Nacional Dominicano fue escrito originalmente en el 1883 por Emilio Prud'Homme (letra) y José Reyes (música).
Acerca de su origen, José Reyes declaró en una ocasión que habiendo llegado a sus manos el Himno Nacional argentino, publicado en el periódico parisino El Americano, sintió el deseo de hacer una composición análoga para su país y con tal motivo, en 1883 invitó a su amigo Emilio Prud'homme a que escribiera un himno a la patria, para él ponerle la música. Poco tiempo después, el poeta Prud'homme escribió las estrófas y el músico compuso su himno.
Por su parte, Prud'homme comentaba de José Reyes que su gran aspiración, su doble sueño de patriota y artista era componer un himno que les llegara al corazón a sus compatriotas y avivara cada vez más en ellos el sentimiento de la nacionalidad, para que amaran intensamente su suelo, su cielo, sus montañas, sus ríos, su hogar nativo, sus glorias nacionales, sus libertades, su independencia, su integridad y su honor nacional.
Creía Reyes que cuando los dominicanos tuvieran un himno que sintieran y cantaran con amor, afirmarían tanto en su alma el sentimiento de la patria, que llegarían a estar completamente seguros, en sí mismos, de ser dominicanos para siempre.
La primera versión de los versos de Prud'homme fue publicada el 16 de agosto de 1883 en el semanario capitaleño El Eco de la Opinion.
El 17 de agosto de 1883 el himno así compuesto fue estrenado en una velada que celebró la prensa nacional en la Logia Esperanza de Santo Domingo. Lo cantó un grupo de jóvenes con el acompañamiento de una pequeña orquesta, en la que el propio José Reyes tocó el celIo. La composición fue bien recibida por el público y desde entonces comenzó su lento proceso de popularización.
Meses más tarde, se decidió trasladar al país los restos de Juan Pablo Duarte desde Caracas (Venezuela), donde había fallecido en 1876. Para esa ocasión, El Eco de la Opinión sugirió que se recibieran los nobles despojos del patricio dominicano con un aire triunfal, proponiendo al efecto el himno patriótico del maestro J. Reyes.
Así, el 27 de febrero de 1884 el canto patriótico de Reyes y Prud'homme fue interpretado a lo largo de todo el trayecto recorrido por la procesión que llevó en andas los restos del Padre de la Patria, partiendo desde el puerto de Santo Domingo hasta la Santa Iglesia Catedral, donde fueron inhumados entonces.
En 1897, el periódico El Teléfono, de la capital, publicó una edición del texto de Prud'homme, corregida por su propio autor. El poeta mismo quiso revisar su obra, considerando que la primera versión adolecía de fallas propias de su inexperiencia juvenil, ya que aunque tenía veintisiete años al momento de escribir su himno, en 1883, se había visto forzado a adquirir tardíamente su formación literaria, debido a su humilde condición social. Esta segunda versión sería la definitiva.
Atendiendo a una iniciativa del diputado Rafael García Martínez, el 30 de abril de 1897 el Congreso Nacional comenzó a analizar los méritos del canto patriótico de Reyes y Prud'homme, con el fin de que esta composición fuera oficializada como himno nacional de los dominicanos, medida que fue adoptada por el cuerpo legislativo en la sesión del 7 de junio del mismo año.
Aunque el presidente Ulises Heureaux no convirtió en ley esa resolución del Congreso, probablemente motivado por su disgusto con la vertical actitud de Emilio Prud'homme frente a su gobierno dictatorial, ello no impidió que el pueblo dominicano mantuviera su preferencia por este himno, que se siguió interpretando en los actos oficiales.
Además, virtualmente se reconocía el caracter oficial de la obra de Reyes al asignársele a éste una pensión del gobierno por haber escrito el Himno Nacional Dominicano y, por otra parte, varios ayuntamientos del país, incluyendo el de la capital, designaron con su nombre y el de Prud'homme sendas calles, por igual razón.
No fue sino hasta el 30 de mayo de 1934 cuando el presidente de la República Dominicana, Rafael Leonidas Trujillo Molina, mediante la Ley número 700, declaró himno oficial de la República el compuesto por el maestro José Reyes con letra del poeta y educador Emilio Prud'homme.
El Artículo 33 de la Constitución declara: "El Himno Nacional es la composición musical de José Reyes con letras de Emilio Prud´Homme, y es único e invariable."